En el mundo de los negocios hablamos de objetivos, de mejora continua, de adaptación al cambio…
El símil en nuestra vida personal son los propósitos, las rutinas y hábitos…
Así pues, los propósitos son, a nuestra vida personal, lo que los objetivos en el mundo de la empresa, aquello que deseamos alcanzar.
Los propósitos también requieren de estrategia, entendida como los pasos a seguir, los tiempos, la priorización de cada movimiento.
Hay propósitos que nacen y mueren rápidamente y se repiten de manera constante a través del tiempo, sin llegar a alcanzarse. y esto es así porque no nos reconocemos en ellos o no es el momento para iniciarlos.
Propósitos que, en realidad, son los de otras personas, quizá buenos propósitos pero que no hemos hecho nuestros. No es la vida de otros la que tenemos que vivir. Es nuestra propia vida.
Propósitos para los que no es el tiempo ideal porque, en este momento de nuestra vida, no encuentran el hueco necesario.
Y luego hay propósitos que sí que encuentran su instante, que se concatenan con otros, que crean hábitos nuevos, que logran cumplir sueños.
Y lo más importante, a la postre, es tener propósitos. Siempre. Porque eso es el propósito de la vida, recorrer caminos conscientes de que son los que hemos elegido, esforzarnos por cumplirlos, sentirnos bien con el recorrido y mejor cuando alcanzamos el objetivo.
Pueden darse, momentos de vida, cambios, circunstancias… en las que no encontremos ningún propósito. Los hay, pero no los vemos. Cuando no tenemos propósitos, cuando andamos sin mirar nuestros pasos o tan sólo nos quedamos metafóricamente parados, dejamos de soñar, dejamos de querernos.
Y es desgarrador cuando llegamos a ser conscientes de que necesitamos nuevos propósitos para vivir, que algunos de ellos ya los alcanzamos y no son suficientes y otros ya no tienen sentido. Y este descubrimiento es bueno porque nos abre los ojos a la realidad, pero crea también una gran sensación de vértigo.
Pero la vida está hecha de momentos, de amaneceres y crepúsculos, de valles y montañas, de sueños y de realidades. Y encontrar propósitos, y crear las estrategias para cumplirlos, y salvar los baches que nos encontraremos y seguir caminando mientras todo eso ocurre…
Propósitos grandes que podemos ir descomponiendo en otros más pequeños. Y celebrar cada uno de ellos. Y alcanzar uno para empezar el otro. O para darnos cuenta de que alcanzando uno, sin apenas darnos cuenta, hemos cumplido otro.
Propósitos que se convierten en una forma de vivir, de ser, de actuar.
Propósitos que nos equilibren, que nos reconcilien con nosotros mismos, que nos hagan ser la persona que deseamos ser, que nos ayuden a querernos o querernos más.
Todos los propósitos con un mismo fin: ser felices.
“El propósito de nuestra vida es ser felices” Dalai Lama.
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