El gran reto de gestionar personas pasa por tener muy claro que cada persona no es única en si misma, sino que es un montón de personas a la vez, que se muestran o mantienen ocultas, en función de un montón de variables.
Y que cada una de esas personas que hay en ti, en mí, condicionan al resto porque es imposible que permanezcan separadas, porque unas se contagian de las otras, porque siempre hay un tronco común que convive en todas ellas.
A semejanza de cuando describimos un puesto de trabajo, con sus funciones, igualmente podríamos hacer con las personas que habitan en ti, en mí. Son caras diferentes de una misma realidad, necesarias para enfrentar diferentes funciones que se engranan a su vez con diferentes momentos de la vida.
Pero no podemos describirlas en realidad porque no las conocemos todas, pues algunas de ellas quizá permanezcan siempre ocultas, sin oportunidad de mostrarse al igual que hay otras que son las dominantes o quizá las que nos dominan.
Eres la profesional que, a veces se pone su máscara perfecta para ocultar una mala noche, que se adapta al sistema, que se viste con su mejor sonrisa, aunque tenga que inventársela. Y otras veces, disfruta con lo que hace, se apasiona, se entusiasma, avanza y crece.
Eres la persona que tiene que hacer de padre o madre intentando recordar cuando era hijo o hija, que aprende día a día, sin manual, con incertidumbres.
Eres el hermano, la tía, el hijo o la amiga, en un mundo de relaciones que se enmaraña, que nos modela y nos atrapa.
Eres la persona que hace planes, que sueña, que vuela con el pensamiento. Y también la que cumple alguno de esos sueños.
La persona que se cae y se levanta, la que tropieza y avanza, eres la que busca un lugar donde llorar, o esconderse, la que quiere soledad y la que forma parte de la multitud.
La que baila, la que canta sin importarle quien escuche, sin miedo a las críticas, como señal de rebeldía, de libertad.
La que calla cuando quiere hablar, llena de impotencia. Y también la que habla cuando debió callar entrando en batallas que nunca ganará, contra molinos de viento que son gigantes que no vencerás.
Y eres la persona coraje, que busca un lugar donde gritar, donde cargar energías y continuar.
Eres la que se emociona con una canción, la que llora con una imagen, la que vive otras vidas en los libros y sigue adelante procurando alcanzar a ser de todas las personas, la que quieres ser.
Que cuando te mires al espejo, te detengas a estudiar todas las personas que hay en ti, te aceptes en aquellas que no te gustan y refuerces la presencia de tus preferidas, porque son esas las que te identifican, te hacen feliz, te enorgullecen, te permiten vivir cómoda en tu piel, sentirte bella… Quiere a esas personas. Quiérete.
“Amarse a uno mismo es el principio de una historia de amor eterna”. Oscar Wilde.
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