Esta semana he aprendido que hay acciones en las que empleas unos minutos pero alcanzan mucho brillo y otras que tienen un recorrido muy largo y que nunca hablarán de tu esfuerzo, de todo el tiempo empleado.
Y ambas son estupendas porque envuelven a personas. Pero si tengo que elegir me quedo con las que no causan ruido pero dejan huellas profundas en los corazones. Me quedo con un GRACIAS que recibí a primeros de semana, de alguien que está cambiando la tristeza de su mirada por algunas gotas de esperanza.- Y apenas ayudé, apenas hice nada, o nada me pareció a mí.
Me quedo también con el apretón de manos que me ofrece quien aún no pudiéndole ofrecer nada, simplemente agradece haberle escuchado.
Y reflexiono sobre ratos de charla compartida en viajes que así se hacen más cortos. Y hablamos de poder, de quien sólo guía sus acciones para demostrarse el poder que tiene, el que alcanza.- Y lo hace mal usándolo, olvidando que es efímero, que hoy lo tienes y mañana se escapa.- Que mientras, deja huella… Y que la mejor huella es la de quien luego te para y te da las gracias.
Y reflexiono sobre ese gran montón de nuevas caras, que son personas, que buscan tu mirada, que miden tus gestos, que se atreven a preguntar, que depositan en ti su confianza.- Y es aquí donde sé que tengo el poder… de esforzarme en ver cara por cara y buscar soluciones que no quiebren sus sueños, que mantengan nivelada la balanza. Y quizá no pueda abarcarlo todo, quizá, después de mucho trabajo, todo se convierta en casi todo, pero el poder es conseguir que no se convierta en nada.
Y mientras sigo recorriendo el camino y sigo aprendiendo y quien se acerca a pedirme que le enseñe no sabe que, al final, es él quien me da lecciones, quien me enseña. Y así descubro una vez más que cuanto más sé más sé que no sé nada.
“La vida no cuenta los pasos que has dado, ni los zapatos que has usado, sino las huellas que has dejado” Anónimo.
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